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Hace tres milenios que los olmecas, seguidos después de culturas como la maya o azteca, usaban las semillas de Chía. Para ellos se trataba de una planta singular, hasta el punto que la consagraban y ofrecían a sus dioses, pero también la usaban a diario como base de su alimentación, dada la innumerable lista de beneficios que posee.
Todos los niveles de aquellas sociedades recurrían a la Chía. Un puñado de semillas diluido en agua servía como alimento para que mensajeros, cazadores o guerreros, se mantuvieran fuertes sin comer nada más durante 24 horas. Lo mismo hacían las mujeres que obtenían de esa bebida energía para sus jornadas de trabajo en el campo, combinadas con la atención y cuidado de los miembros de la familia. Todo con el equivalente de una cucharada de Chía en un vaso de agua.
¿Cuál era el secreto?
Estudios médico-científicos (*)realizados en la década de los noventa han determinado que, por comparativa en valores de 100 gramos, la Chía posee el doble de fibra que cualquier cereal en hoja, cinco veces más calcio que la leche entera, un 700% más de Omega-3 que el salmón atlántico y hasta un 1400% más de magnesio que el brócoli.
Además, al ser rico en fibra, facilita la digestión y tiene efecto saciante, siendo también una fuente de calcio y magnesio.
(*) Análisis físico químico de las semillas de Chía realizado por el Instituto Nacional de Alimentos de Buenos Aires, Argentina y Análisis sobre la nutrición y la salud en las dietas americanas efectuado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos y el Departamento de Agricultura de EEUU
LA SEMILLA SAGRADA
La planta de la Chía, que en náhuatl significa "aceitoso", fue bautizada por los conquistadores españoles como Salvia Hispánica. Es una herbácea que puede alcanzar casi los dos metros de altura y se cultiva principalmente en México, Guatemala y Bolivia.
Los datos antropológicos indican que como el maíz, que ya era conocido hace más de cinco milenios, la Chía fue cultivada por las principales culturas mesoamericanas. Fue sagrada para los Olmecas, que la usaron para dar fortaleza a sus cazadores y guerreros que ingerían sus semillas, y fue moneda de cambio entre los aztecas. La Chía también se entregaba como tributo. Tenochtitlan, la capital del imperio Azteca, recaudaba entre cinco y quince mil toneladas anuales de Chía en concepto de impuestos a los pueblos conquistados.
Los artesanos aztecas usaban el aceite de Chía para elaborar barnices y pinturas de gran durabilidad y brillo. Por su parte las madres lo preparaban para fortalecer la salud de sus hijos y para elevar la moral e incluso sanar las heridas sufridas por sus maridos en batalla.
Los conquistadores españoles se sorprendieron al ver que la Chía era un alimento esencial para los aztecas, ya que además de darles fuerza y potenciar su salud formaba parte de sus ceremonias. Los sacerdotes confeccionaban tortillas y panes ceremoniales elaborados con semillas de Chía y maíz, con las que agasajar a sus dioses.
Los españoles creyeron que, destruyendo la Chía acabarían con el reino azteca. Para ello arrasaron los cultivos hasta casi extinguir la poderosa planta. La Chía sólo consiguió sobrevivir en áreas montañosas escarpadas del sur de México y Guatemala, permaneciendo en el olvido durante siglos. Ahora la relevancia de la Chía renace gracias a los estudios médicos y científicos (*) que certifican su alto valor nutritivo, energética y benéfico para la salud al incorporar las semillas de Chía en la dieta.
LAS CLAVES DE LA CHÍA
La Chía es un producto natural, sano, fácil de obtener y rápido de preparar. Su alto valor en fibra la convierte en saciante. Posee selenio que nos ayuda a producir enzimas antioxidantes. También otorga vitalidad y fortalece el organismo gracias al potasio, hierro y calcio. Contiene Omega-3, el ácido graso que el organismo no puede fabricar, que actúa contra colesterol malo (LDL) y los triglicéridos, y que además interviene en las transmisiones bioquímicas de las neuronas.
PROPIEDADES DE LA CHÍA
Cien gramos de semillas de Chía contienen 550 kilocalorías pero además:
Fibra: 100% más que cualquier cereal en hojas.
Calcio: 500% más que la leche.
Magnesio: 1400 % más que el brócoli.
Fósforo: 800% más que la leche completa.
Omega – 3: 700% más que el salmón atlántico.
Potasio 100% más que el plátano.
Hierro 200% más que la espinaca.
Selenio 30% más que el lino.
Escrito por: Gloria
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