Enviado por Gonzonet a través de Google Reader:
Hace 25 años, James Cameron creó un hito del cine, justo cuando nadie daba un duro por él, después de debutar con una catastrófica película de la que fue despedido. Nadie podía imaginar que su verdadero primer filme iba a convertirse en una saga de la que iban a estar pendientes tantos fanáticos, que alucinaron con la segunda parte, la cual no superaba a la primera, pero estaba a su altura, a la altura de la leyenda. Abandonado Cameron el barco, pues ni siquiera posee ya los derechos del personaje, los destroza-franquicias de Hollywood no podían dejar pasar la oportunidad y fabricaron una tercera parte calamitosa.
Aquella tercera parte no dio tanto dinero como la segunda (y costó más…), pero la tentación es demasiado grande, muchos espectadores de todo el mundo pueden pasar por caja. ¿Por qué no volver a intentarlo? Y así, aquí tenemos la cuarta película, que resulta, de nuevo, una decepción mayúscula. Pienso que el principal problema de esta rotunda equivocación es un guión demencial (firmado por los mismos desaprensivos de la tercera parte), desprovisto de la menor chispa o imaginación, y filmado por McG con una deprimente impersonalidad. De nuevo, quieren colarnos un despropósito como lo que no es: una gran película de acción y aventuras.
En el pase exclusivo de la película, al que asistíamos una semana antes del estreno español, todo olía a chamusquina antes de empezar. El director de Sony, deshecho en sonrisas, aseguró que los pases de prensa habían resultado maravillosos y que los críticos estaban entusiasmados. Los de Sony estaban contentísimos con su producto, vaya. Luego dieron el micro al director de la película, uno de esos caballeros a los que ves a quinientos metros y sabes que es norteamericano y vive en la soleada California. McG, alto y rubio, acompañado de una tropa de productores, nos contó que llevaba presentando la película por toda Europa, y que se iba a ir a Tokyo también, y varias cosas más. Todos sabemos que 'Terminator Salvation' no ha sido precisamente un bombazo en Estados Unidos, y claro, tienen que pasearse vendiéndola por medio mundo a ver si consiguen recuperar la inversión.
Luego dijo que había recibido la bendición de James Cameron, que en verdad para él las películas de 'Terminator', de 'Mad Max', de 'Matrix', de 'Blade Runner', eran algo extraordinario, y que quería formar parte de eso desde lo más profundo de su corazón, así tal cual. Luego dijo, lo juro por mis muertos más frescos, que Jonathan Nolan había hecho el guión, aunque no figura en los créditos y no hay constancia de que eso sea cierto (seguramente, ni sabe quién escribió su película). Y terminó diciendo que esta era, de lejos, la mejor de todas las películas de Terminator. Y todo esto antes de empezar la proyección. Yo ya me removía incómodo en mi asiento.
Pero esa mala espina que provoca todo entusiasmo desmedido de los jefazos de las productoras, se ve confirmada en los primeros diez minutos de proyección, en los que, con un talento extraordinario digno de mejor causa, se dedican a destrozar lo que Cameron convirtió en una cumbre de la ficción científica, y que Jonathan Mostow empezó a dinamitar. Puede que hubiera gente encantadísima en la sala con el batiburrillo de explosiones, fanfarronadas y salidas de tono, después de verlo arropado por el dire y los productores. Pero uno ya es perro viejo, y no me la cuelan.
Yo no sólo soy devoto sincero de las dos primeras películas, también soy admirador del gran cine de acción y de aventuras, y de las posibilidades de la ficción científica como el género profético y descarnado que es. Por eso, por mucho dinero y entusiasmo que hayan puesto en esta película, no me convence esta historia tan mal contada, con tan pocas ideas (ninguna, en realidad) interesantes, sin una sola secuencia de acción que merezca la pena destacar, con unos personajes tan planos y tan sosos, y con una puesta en escena que podría haber filmado el Michael Bay más desatado, y es que esta película no es mejor que 'Transformers'.
El look de la película
En un claro, y burdo, intento por desligarse de las dos primeras y maravillosas películas, McG y su equipo (algo hablaba el director de un procedimiento fotográfico consistente en retener tres veces más las partículas de plata para el negativo, si alguien sabe cómo funciona esto sabrá de qué hablo…como un bleach by-pass pero a lo bestia, intensificando el blanco y negro en la imagen a color) han presentado una imagen terrosa, decolorada, pero inconsistente. Y esto porque el operador jefe, de carrera escasa y poco importante, Shane Hurlbut, es incapaz de ofrecer una unidad lumínica, muy poco ayudado, todo sea dicho, por el poco inspirado diseño de producción de Martin Laing, de también escasa carrera pero que suena para hacer el diseño de 'Battle Angel', en teoría el próximo proyecto de James Cameron.
Y todo esto sucede porque es evidente que no hay una dirección clara que seguir, ni un referente nítido. Huyendo del fenomenal trabajo de 'Terminator 2', optan por una aparatosa pero intrascendente y dispersa resolución plástica, olvidando, quizá, que lo que hacía grande a esas batallas breves e intensas de la primera parte era su capacidad de sugerencia, su profundísima emoción y verdad. Aunque eso de la emoción y la verdad está reservado a un selecto grupo de directores. Nunca el presupuesto ha sido sinónimo de calidad, y cuando lo hay en abundancia el director tiene que tener las ideas y la mitología de su historia muy claras.
Así, inventan una serie de máquinas asesinas que no impresionan a nadie, y que no causan el menor temor ni inquietud en el espectador. Hay demasiada luz diurna y pocas escenas nocturnas (y ninguna de entidad), la atmósfera es la de un cómic sin profundidad estilística, y los ambientes parecen resueltos con prisas y pocas ideas. En general el apartado gráfico de esta película es ramplón, y McG carece de un gran sentido visual que lo dote de vida. De este modo, por ejemplo, las escenas del submarino están completamente desligadas, lumínica y plásticamente, del resto, y el entorno de L.A. del resto. No creo que sea necesario ahondar más en este apartado.
Insulso Christian Bale
Este hombre es un actor extraño, aunque en verdad tenga talento. Para algunos, no para mí, es el mejor actor de su generación, pero sus elecciones están conformando una trayectoria errática, y da qué pensar sobre cuál sería su estatus sino le hubieran elegido para encarnar a Bruce Wayne. Cuando se supo que iba a interpretar nada menos que a John Connor, sus seguidores se entusiasmaron con la idea. Otros somos más precavidos. Y si no eres un fanático de este hombre, y por lo tanto eres capaz de discernir entre un trabajo notable y otro corriente, está claro que Bale encarnando a Connor, por muchas ganas que le ponga, está insulso y olvidable. Despliega su habitual energía, pero debería haberla dedicado a otro papel. Finalmente, el mejor John Connor que ha habido, y que posiblemente habrá, es el maravilloso Edward Furlong de la segunda parte, quien a pesar de debutar allí da un ejemplo de frescura y de verosimilitud, sin parecer forzado en ningún momento.
Pero lo cierto es que no es culpa de Christian Bale, pues no tiene absolutamente nada donde agarrarse. Ni los guionistas ni el director, ni toda la tropa de productores que como vendedores de biblias vinieron al pase de este viernes, saben quién es John Connor. El personaje está completamente desdibujado, tanto que es imposible sentir empatía por él. ¿De verdad este es el lider carismático de la resistencia, o el gran estratega y guerrero que saca a la humanidad del abismo? Yo no lo veo así. Un poquito más nos puede interesar el personaje interpretado por Sam Worthington, el verdadero protagonista de la película, pero tampoco llega a nada, pues ambos personajes se anulan el uno al otro.
Así mismo, el actor que interpreta al importantisimo personaje de Kyle Reese, el ruso Anton Yelchin, está correcto, pero totalmente fuera de un personaje que los espectadores conocemos mejor que el director. En realidad, cada actor de esta película parece que está viviendo una película independiente del otro, y ese es el primer signo de que el director no ha sido capaz de cohesionar de forma competente el reparto, de modo que todos ellos se instalen en el mismo tono dramático. Uno vive una tragedia psicológica, el otro en permanente estado de paranoia, el otro va a su propia guerra, el de más allá vive en su mundo interior. Mejor dicho, lo intentan, con una presencia de ánimo admirable pero estéril.
Pero ya la cosa llega al colmo del disparate con el personaje de Bryce Dallas Howard (que sale guapísima, porque es guapísima), con sus dientes perfectos y sus preciosos "peinados pantene". ¿De verdad esta buena actriz vive en un mundo de apocalipsis y destrucción y del fin de la humanidad?. No es que esté en otra película, es que está en otra galaxia, como lo están Michael Ironside (con un personaje completamente desaprovechado) o el propio Arnold Schwarzenegger, en el cameo más cómico en muchos años de cine, y del que no voy a desvelar nada (tranquilos todos) porque entre otras cosas sé que muchos espectadores se van a morir de risa como hice yo.
Por supuesto que, cuando era un crío, me quedé fascinado, atrapado, con los breves insertos de la guerra del futuro, sobre todo los de la primera parte. Cualquiera de esos breves y trágicos momentos vale más en sí mismo que todas las aparatosas y primorosas secuencias de acción estruendosas y sin talento que han hecho para la cuarta parte. He estado esperando durante mucho tiempo que alguien nos cuente la historia del futuro, supongo que como millones de personas. Y si no era Cameron el que se encargaba de ello, lo cual era no sólo lo ideal sino lo deseable, al menos que un director de fuste cogiera las riendas.
En la crónica de la guerra del futuro teníamos que haber visto, literalmente, cómo las máquinas machacan a la humanidad, y cómo la humanidad resiste a duras penas, me parece a mí. Teníamos que haber sido testigos de una auténtica guerra, sin esperanza y sin cuartel, que nos pusiera la carne de gallina, nos aterrorizara y nos diera la sensación de que la humanidad está en el filo. Hubiera sido maravilloso observar cómo, pese a todo, la humanidad saca lo mejor de sí misma y cómo sobrevive, no sólo a tiros y explosiones, sino al hambre, a las enfermedades, las plagas, las carencias brutales en un mundo devastado. Y para contar todo esto hacía falta un guionista de ficción científica de gran talento, y que además hubiera dirigido la película, o por lo menos que el director se creyese lo que contaba y se lo tomara en serio. Nada de eso obtenemos en la pantalla.
Post Data Inevitable:
¿Por qué las dos primeras películas resultaban tan emocionantes, tan hermosas? No era por sus efectos especiales, ni por presentarnos ideas originales. Era porque se inscribían con letras de oro en la historia de la ficción científica, un género difícilísimo que cuenta con pocas obras maestras. Este género no sólo nos distrae con androides y holocaustos, sino que nos cuenta cómo va a ser el futuro de pasado mañana, o de mañana mismo. En un mundo que es, casi siempre, el peor imaginable, la sci-fi, en literatura y cine, tiene la extraordinaria misión de darnos con la realidad en las narices, con la pequeña esperanza de que reaccionemos a tiempo. Así sucedía con esa historia original en la que nuestra creación, las máquinas, se volvían contra nosotros y nos exterminaban con otra creación nuestra, la bomba nuclear. Frivolizar con la sci-fi, distorsionar la intención original del relato, es de una frivolidad y una irresponsabilidad estética vergonzosas.
Pero eso no es lo peor. McG seguirá dándose la gran vida a costa de los espectadores que acudan a las salas a verla, algunos de los cuales le defenderán como un gran director de cine de acción mientras rebaja la altura de un mito para infantilizarlo. Y, además, tendremos una quinta parte inevitable. En fin, habrá que seguir esperando para ver un milagro…quiero decir, una buena película.
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